Esta planta mediterránea emerge de abril a julio en grietas de muros, tejados e incluso en los huecos de la corteza de los árboles. Muy utilizada por sus cualidades médicas, su nombre genérico en latín significa ombligo, por la forma de sus hojas, y los epítetos específicos de su nombre alude a que vive en las rocas.

En este caso no se trata de una planta cultivada, sino que espontáneamente crece en periodos de lluvia sobre el tronco de grandes árboles. Esta situación, nos recuerda dos cuestiones muy importantes. La primera, que los jardines no solo están poblados por plantas militarmente dispuestas, sino también, por inquilinos inesperados o efímeros. Paisajistas como Gilles Clement nos sugieren, a través de conceptos como el jardín en movimiento, la introducción creativa de este genio natural, de estas oportunidades imprevistas, en nuestros jardines. La segunda cuestión que nos advierte la presencia del ombligo de venus es que los árboles no son únicamente una especie, sino un ecosistema que soporta, a veces de manera parásita, otras en perfecta simbiosis, multitud de otras especies vegetales o animales.